21 Apr
21Apr

CONCEPTO DE LA GUERRA EN EL ISLAM

Por

MUHAMAD ABU ZAHRA

Traducido por

RODOLFO GIL BENUMEYA

Revisado por

DRA. ATEYA HAYKAL

En el Nombre de Dios Clemente y Misericordioso

"Si Dios no neutralizase una parte de los Hombres con otra, la tierra estaría corrompida. Pero Dios es el poseedor del Amparo para los mundos".

"Combatid en el camino de Dios a aquellos que os combaten, (pero= no transgredáis. Dios no ama a los transgresores".

PROLOGO

Esta serie titulada "Estudios sobre el Islam", se propone atraer la atención del lector sobre el patrimonio Islámico en todos los dominios del conocimiento. No se debe olvidar que el Islam ha conducido a la comunidad árabe, desde los primeros tiempos, de un estadio primitivo a una etapa de existencia más avanzada. Y es, hasta hoy, una fuente de fecunda inspiración para los musulmanes en todo el mundo, cuya influencia a pesar de ligeras diferencias, está perfectamente clara tanto en la cultura de los árabes como en la de los iranios, turcos, indonesios, o musulmanes de la India y Pakistán.

Nuestro conocimiento de las contribuciones del Islam a la civilización debe ser mayor y más apreciado. Sabios musulmanes de todos los países del mundo han escrito enjundiosas obras a este respecto.

El fin del presente estudio consiste en exponer el concepto de la guerra en el Islam, así como las reglas y principios que rigen las relaciones del Islam con los países no musulmanes.

El Cheij Muhammad Abu Zahra, ex-titular de la cátedra de Derecho Musulmán de la Universidad de El Cairo, tratar este tema de una manera magistral. Su resultado es claro y simple: el Islam no admite la declaración de guerra más que para rechazar una agresión, y el combate no debe darse sino cuando es impelido por una necesidad urgente; debiendo limitarse al máximo, dentro de las medidas de lo posible.

INTRODUCCION

Las gracias sean dadas a Dios, nosotros le alabamos, le pedimos refugio, imploramos su misericordia, nos arrepentimos ante El, solicitamos su protección contra nuestros pecados.

Aquel a quien Dios guía por el camino recto, no se perderá; en tanto que aquel que se pierde no encontrara la salvación.

Las oraciones de Dios sean sobre Muhamad, su familia y sus Compañeros.

Dios Todopoderoso dijo a su Profeta: "Nosotros no te hemos enviado, (oh, Profeta), sino como (señal de) misericordia para el Mundo".

Muhamad es, en verdad, el Profeta de la misericordia, y por eso el la exalta y la considera como la primera cualidad de los creyentes. Dijo: "la misericordia no ha sido arrancada más que de los corazones de los malvados". Aquellos que sean misericordiosos, conocerán la misericordia del Altísimo". Sed misericordiosos con los hombres y Dios será misericordioso con vosotros".

La misericordia islámica no se reduce simplemente a la piedad, a la compasión o al enternecimiento respecto a un herido o a un desgraciado; lo que la hace distintiva es el manifestarse hacia toda la comunidad, en primer lugar, y hacia los justos en segundo.

Un día algunos Compañeros dijeron al Profeta: "Tu-nos has hablado ampliamente, oh Profeta de Dios, de la misericordia; y, así, somos misericordiosos con nuestras mujeres y nuestros hijos". El Profeta misericordioso respondió: "no es de esa forma como la siento; la que yo proponía es la misericordia para la comunidad".

La misericordia islámica, al ser general y no particular, se presenta bajo dos aspectos:

Primero: Difundir la concordia, el afecto y la compasión mutua entre los creyentes, asegurándose su concurso para solidificarla y hacerla triunfar.

Segunda: impedir la injusticia, reprimir el daño de los malos, a fin de hacerles volver al camino recto, y rechazar a los agresores para que renuncien a su agresión.

Los musulmanes, al unir estos dos aspectos de la misericordia, realizan las palabras de Dios Altísimo: "aquellos que están con el son violentos para los infieles y compasivos entre ellos mismos". Y también: "humildes para los creyentes y altivos para los infieles". En el primer versículo, la violencia y la compasión brotan del manantial de la misericordia; en el segundo, la humildad y la fiereza son extraídas de un mismo fondo, el de la fiereza, ya que la dignidad del creyente se realiza a través de la confianza con respecto a los justos y su orgullo con respecto a los infieles.

La misericordia islámica no es, pues negativa, sino por el contrario, positiva.

Entre las diversas variedades de la misericordia pasiva, algunas esconden en sus pliegues una cierta crueldad respecto a la comunidad, como la que  consiste en ser clemente con los criminales, porque en esta compasión, del orden de la blandura, podría haber una injusticia para la comunidad y los justos, ya que amenaza la seguridad de los creyentes. Por eso dijo el Profeta:

El Altísimo ha dicho en El Corán: "en el talión hay para vosotros una vida".

La ley del yihad (guerra santa) proviene de la de la misericordia. El yihad en el Islam consiste en rechazar la agresión, establecer la verdad y levantar por alto su antorcha, suprimiendo la injusticia y la corrupción.

La misericordia para la Humanidad necesita detener la agresión, impedir al injusto cometer injusticia, impedir que la corrupción se extienda sobre la tierra y consolidar los pilares de la verdad; todo esto no podrá ser realizado más que diciendo al agresor: "párate, no tires", y el oprimido: "no estás solo, cerca de ti esta quien te protege y rechaza el mal del opresor".

La guerra es inseparable de la matanza, pero lleva en si, también, una contención del derramamiento de sangre, si son los justos los que la emprenden.

Dios ha creado al hombre con una inclinación instintiva hacia el Bien y al mismo tiempo con una tendencia a escuchar las tentaciones del demonio. Dios dijo: "por el Alma y Aquel que la ha formado armoniosamente, inspirándole su libertinaje y su piedad".

El Bien y el Mal luchan en el alma de todo individuo, en la de la comunidad y entre las naciones. El Mal va acompañado de la agresión y el Bien de la resistencia a la agresión. Si el Mal ataca, es necesario que el Bien oponga resistencia. Los reformadores deben combatir la corrupción, y, si las virtudes son violadas, es imprescindible que los buenos impidan al Mal, y a la corrupción, aliarse entre sí y extenderse.

Por eso el yihad persistirá hasta el día del Juicio Final. El Profeta dijo: "el yihad persistirá hasta el día del Juicio Final". Porque la lucha entre el Bien y el Mal persistirá hasta entonces. Es pues esencial que el yihad continue para impedir que domine el Mal y para hacer triunfar al Bien; porque, de otra manera, el Bien, el Bien seria humillado y escarnecido, la injusticia se haría general, y la corrupción reinaría indisputablemente en el Universo, sin que el Bien pudiera equilibrarla.

"Si Dios no neutralizase una parte de los Hombres con otra, la tierra estarcí corrompida. Pero Dios es el poseedor del Amparo para el mundo".

PREFACIO

Desde que Adán bajo a la Tierra, y sus hijos se multiplicó, la lucha entre los hombres ha sido ininterrumpida. Parece, incluso, que es una ley inevitable de la vida, necesaria de aceptar, y a la cual hay que someterse.

El Corán ha declarado esta verdad inmutable, y ha mencionado a propósito de la caída de Satán y de Adán sobre la Tierra: "descended (del jardín), Los unos para los otros seréis enemigos. Tendréis, sobre la tierra, estancia y (breve) regocijo hasta un momento (determinado)". Satán que descendió sobre la tierra armado de la tentación y amenazando utilizarla, dijo con tono provocativo: "les arrojare, con dota seguridad, en la aberración, excepto a tus devotos Servidores, que están entre ellos". Tal es la razón de la presente lucha, mantenida constantemente entre el Bien el Mal El hijo de la Tierra conoció, de este modo tentado, el deseo de verter sangre, que llego a ser algo instintivo en el. Los ángeles, que habían previsto lo que habría de ocurrir cuando Dios decidió dar el dominio de la de la tierra al hombre, dijeron con humildad a su Señor: "y colocaras Tu a alguien que sembrara allí el escándalo y derramara la sangre, en tanto que nosotros glorificamos tu alabanza y proclamamos tu Santidad". El Señor respondió: "Yo sé muy bien lo que vosotros no sabéis".

En su Sabiduría infinita, Dios sabia que el dominio estaría entre las manos de aquel cuyas acciones son regidas por el amor al poder, lo cual, inevitablemente, arrastra a la efusión de sangre. Y si se deja dominar a esta pasión, se llega a la guerra y a la matanza,  incluso bajo el pretexto de religión o de sacrificios. "Ya conocéis: "la historia de los dos hijos de Adán, cuando ofrecieron una oblación, y la de uno fue aceptada, en tanto que la del otro no lo fue. Este último grito (a su hermano): "te matare". (Pero su hermano) respondió: "Dios no acepta más que la oblación de los Piadosos. Con toda seguridad si pones la mano sobre mí, tú me mataras, (porque) yo no pondré la mano sobre ti para matarte. Temo mucho al Señor de los Mundos. O quiero que confieses tu crimen contra mí y que estés entre los huéspedes del fuego. Esa es la recompensa de los injustos." "Habiéndole sido sugerido por su alma el crimen de su hermano, (el hijo de Adán) mato, pues, (a su hermano)y se encontró entre el numero de los Perdidos".

La lucha entre el Bien y el Mal, hace, sin duda, necesarios el combate y la guerra entre los individuos, los grupos y las naciones; esto está en la naturaleza del hombre; si el Mal ataca, es imprescindible que el Bien resista, y si la injusticia domina, es necesario que la justicia la aplaste y reine; esos son los preceptos que Dios ha dado a sus criaturas: "por tanto, encontraras la costumbre de Dios no modificable", y "si Dios no neutralizase una parte de los Hombres con otra, la tierra estaría corrompida. Pero Dios es el poseedor del Amparo para el mundo".

La virtud debe poseer los medios necesarios para luchar contra la tiranía del vicio, y es por esta razón que las religiones han autorizado el combate, en legítima defensa, para defender la virtud, la religión y el mensaje divino. Dice El Corán a este respecto: es dado permiso (para combatir) a aquellos que combaten porque han sido perjudicados – en verdad Dios tiene plena potencia para socorrerles- Aquellos que, sin derecho, han sido expulsados de sus moradas solamente porque dicen: "nuestro Señor es Dios". Si Dios no hubiese rechazado a ciertos hombres mediante otros, las ermitas hubiesen sido demolidas, lo mismo que las sinagogas, los oratorios y las mezquitas, en donde el nombre de Dios ha sido invocado con frecuencia. Dios socorrerá, ciertamente a aquellos que le socorren. "En verdad, Dios es fuerte y potente (Socorrerá) a aquellos que, siendo establecidos por Nosotros sobre la tierra, llevan a cabo la oración, dan la limosna, ordenan lo conveniente, y prohíben lo reprobable. A Dios (se encamina) el fin de las cosas".

Si las religiones reveladas tienen necesidad de defender su causa, se desprende que incluso los profetas, que llevan consigo el mensaje de la verdad, deben hacer la guerra para que los hombres puedan ser juzgados con equidad. Ellos han sido enviados para hacer triunfar la virtud sobre el vicio.

Hay, en las guerras que los profetas han emprendido, un ejemplo que aclara la forma en la que los hombres deben combatir para hacer triunfar el Bien y abatir el Mal. En tiempos de paz es más fácil llegar a la verdad, porque los espíritus están en calma, domina la razón, y las pasiones han sido encadenadas. Por el contrario, en tiempos de guerra, es difícil sujetarse a la verdad. Incluso si los motivos de la guerra son legítimos, es necesario no sobrepasar los límites de la virtud. Ciertamente que es muy difícil respetar la virtud durante la guerra, en la cual, siendo como es una matanza de hombres, se hace licita la efusión de sangre y la confiscación de bienes; incluso es difícil concebir ese respeto a la virtud o imaginar que pueda darse. Los hombres creen que la guerra y el respeto a la virtud son dos extremos que no pueden llegar a juntarse. La presencia de un guía se hace necesaria para que guerra y virtud puedan coexistir sobre el campo de batalla, Y este guía debe recibir sus directrices del Cielo y no del carácter ni de las pasiones seculares, que, cuando predominan, hacen desaparecer la justicia para no mostrar más que la opresión. Parece, incluso, que la divisa de todo combatiente es: "aquel que no oprime a los otros será oprimido".

El hecho de que los mismos profetas han emprendido la guerra, demuestra que es posible el encuentre de la justicia y la virtud, con la muerte y el combate, sobre un mismo campo de batalla; y por eso han sido hechas descripciones de la guerra en los Libros Santos de las religiones reveladas.

Se cuenta en el Antiguo Testamento que los israelitas, cuando abandonaron Egipto, en donde el faraón mataba a sus niños y deshonraba a sus mujeres, no encontraron otro refugio sino el desierto. Era necesario que hallaran una región hacia la cual dirigirse para establecerse y fijase en ella, pero hasta llegar a su destino tenían que atravesar un país limítrofe. Aunque Moisés había constituido, entre los hebreos, una fuerza armada de choque, prefirió, enviar un mensajero al rey del país  a través del cual tenía que cruzar, este mensajero, que era el jefe de su ejército, dijo al rey: "déjame el paso franco por tus tierras, no nos desviaremos ni un paso hacia un campo o una viña, no beberemos del agua de ningún pozo sobre el camino que atraviesa tu reino, hasta llegar mas allá de tus fronteras". Pero el monarca rechazo su petición y les declaro la guerra; los dos bandos se destruyeron mutuamente. Los israelitas estaban obligados a atravesar esta región, porque era para ellos una cuestión vital. Combatieron, y salieron victoriosos de la batalla. Moisés les había ordenado no atacar más que el rey y a los que le seguían, no haciendo, por tanto, daño al pueblo; muy al contrario, cultivaron la tierra y erigieron construcciones. No siendo el pueblo su enemigo, su única rivalidad era con aquellos que rechazaban su petición, les prohibían pasar a través del país, y alcanzar el territorio en el cual iban a asentarse. No transgredieron los límites de la justicia y la virtud bajo el mando de aquel que había hablado a Dios.

Lo mismo ocurrió en las guerras de Salomon y David, regidas por la justicia y sujetas al principio de la virtud. Siendo erróneos los actos de injusticia que les son atribuidos, nosotros, los musulmanes, no los admitimos, considerándolos fabulas que no están de acuerdo con la infalibilidad de los profetas.

Las guerras de los profetas, en consecuencia, establecen el modelo verdadero de aquellos en las que la sangre de los combatientes puede ser vertida, sin salirse por ello de los límites de la virtud, ni violar la justicia que sobrepasa toda acción humana.

La guerra puede estar opuesta a la piedad y a la compasión, pero no puede, de acuerdo con las profecías y el mensaje divino., apartarse de la virtud y de la justicia, cualesquiera que sean las circunstancias.

Si el combate es una epopeya humana en la que está permitido verter la sangre, es imposible sacrificar en ella la justicia o violar la virtud, como ya hemos dicho antes, y el combatiente no tiene derecho a romper todas las reglas humanas.

Los mejores ejemplos en los que la virtud, la justicia y la protección a la dignidad del hombre, se mezclan con la muerte y el combate sobre un mismo campo de batalla, son las guerras de Muhamad y las de sus sucesores. Referidas por la Historia, sus trazos son netos y sus guía precisas. Si las guerras de los profetas que han precedido a Muhamad, son menos conocidas por estar enterradas en la noche de los tiempos y en los repliegues de la Historia, las del Profeta están, por el contrario transcritas en el libro de la eternidad como guía y dirección; reconocidas modelo de guerras justas por excelencia.

No podemos apreciar realmente los meritos de las relaciones humanas, que Muhamad estableció entre él y las otras naciones, tanto en tiempos de paz como de guerra, más que refriéndonos un poco al siglo cuyo fin marcara la venida del Profeta. Antes de él, las guerras oponían a los pueblos y no a los combatientes. La nación guerrera no respetaba ninguna ley fuera o dentro, antes o después, de la batalla, en tanto que había hostilidades. La rivalidad era considerada regla, a menos que un pacto no estipulase lo contrario. La guerra y no la paz era, pues, la base de las relaciones humanas. Se hacía contra el pueblo en general, no contra sus gobernantes, jefes o guerreros. Si, por mala suerte, un hombre ponía pie sobre una tierra extraña a la suya, a la cual ningún pacto le ligaba, era reducido a esclavitud y vendido en el mercado público, acuerdo con las leyes de la época. Tal fue el caso del príncipe de los filósofos, Platón, hasta el día en que la casualidad le libero de la servidumbre; lo mismo le ocurrió a Omar Ibn al-Jattab durante el periodo pre-islámico, cuando fue reducido a la esclavitud por un romano de Siria. Omar simulo someterse, pero cuando estuvo a solas con el romano le mato. Su estatura de gigante y el poseer una gran fuerza física fue lo que le ayudo a recobrar su libertad.

Las cosas siguieron siendo así hasta el día en que vino Muhamad y declaro con actos, y no solo con palabras, que no se debía matar fuera de los límites del campo de batalla, durante la guerra, y que esta no oponía a los pueblos, sino solamente a las fuerzas gubernamentales; si un rey, o jefe de pueblo, o general de un ejército, ataca, no puede considerarse al pueblo como agresor; el agresor será aquel que ha dado el orden de atacar, apoyado por la fuerza que le presta socorro. El modo de combatir de Muhamad se distinguía por el hecho de que no atacaba a los pueblos, sino a los jefes que mandaban las fuerzas de agresión, y es por esta razón por la que prohibía que se matase a los que no tomaban parte en el combate ni estaban mezclados en la acción guerrera; proscribiendo el asesinato de mujeres, niños, obreros o viejos que no habían desempeñado ningún papel en la lucha. El combatiente musulmán- con arreglo a la ley de Muhamad- no llevaba la espada para golpear indistintamente al Bien y al Mal, sino solo al Mal.

El Profeta, compasivo, viendo un día a una mujer muerta en el transcurso de una batalla, se encolerizo y dijo al jefe del ejercito, Jalid Ibn al- Walid: "ella no estaba aquí para participar en el combate". Los Jalifas reprendían a los generales que mataban a los enemigos sin discriminación. A este respecto se cuenta que Omar Ibn al-Jattab destituyo a Jalid Ibn al-Walid porque exageraba la matanza de contrarios, y dijo de él: "en la espada de Jalid está la opresión". Lo que quiere decir, exceso y crueldad en el carnaje. Omar era feliz cuando la victoria había costado el menor número de enemigos, y, aun más, esperaba alcanzar una victoria sin víctimas. Por eso loaba la manera de combatir de Amr Ibn al-As en Egipto, diciendo: "me gusta la guerra de Ibn al-As, porque es una guerra fácil e indulgente.


Presentamos esta introducción, antes de empezar la exposición de las reglas de las guerras

islámicas, para que el lector pueda entrever las leyes de las cuales vamos a tratar: se

oponen, por completo, a las vigentes en las guerras de nuestros tiempos, que atacan a los

pueblos, exterminan a los seres, destruyen las construcciones, y llegan a devorar a la misma

Naturaleza.


Presentamos, también, esta introducción, para que el lector no se asombre de la existencia

de reglas que prohíben arrasar los cultivos, los arboles, o las edificaciones.


Sepa el lector que están leyes son de origen divino, y que no se inspiran ni en la ley de la jungla, ni en la supremacía del fuerte sobre el débil. Por el contrario, constituyen una línea defensiva del débil contra el fuerte; dice El Corán: "en consecuencia, queremos colmar con nuestros beneficios a aquellos que estaban humillados en las tierras, haciendo (de ellos) los conductores, haciendo (de ellos) los herederos (de los impíos)".

Y así el lector podrá ver que la guerra islámica, tal y como la ha legislado el jefe que nos guía por el camino recto, Muhamad Ibn Abd-Allah, es justa en sus móviles, su iniciativa, su desarrollo, su fin y su trato a los vencidos.

EL MOTIVO DE LA GUERRA EN EL ISLAM

"Combatid en el Camino de Dios a aquellos que os combaten, (pero) no seáis transgresores. Dios no ama a los transgresores".

Si se observan los textos de El Corán y las reglas relativas a la guerra extraídas de las Tradiciones del Profeta, se ve que el motivo que lleva al combate no es el deseo de imponer el Islam a los refractarios, ni de imponerles un sistema social dado, sino mas bien el de repeler la agresión. Aquí se presentan dos casos, uno positivo y otro negativo:

Primero: la guerra no fue emprendida para imponer la religión. Dios dijo a este respecto: "ninguna coacción en la religión. La Rectitud se ha distinguida de la Aberración".

Por otra parte, el Profeta impidió a un hombre obligar a algunos de sus hijos a abrazar el Islam. Cierto día una vieja fue a Omar Ibn al-Jattab para presentarle una demanda; como no era musulmana, Omar la invito a abrazar el Islam, pero ella rehusó y Omar se fue, mas por el hecho de que él era Príncipe de los Creyentes, temió que hubiese habido algo de apremio en sus propósitos y, entonces, se volvió hacia Dios diciendo con humildad: "Dios mío, yo deseaba guiar y no apremiar".

Lo cual fue seguido por las palabras del altísimo: "Ninguna coacción en la religión. La Rectitud se distingue de la Aberración".

El Corán prohíbe la insumisión religiosa y condena la insumisión del fiel más severamente que su asesinato. Atacar la creencia es peor que atacar la persona; El Corán dice: "la persecución (de los creyentes) es peor que el crimen".

En lo que concierne al segundo caso, combatir para repeler la agresión, dice El Corán: "quienquiera haya denotado hostilidad contra vosotros, denotad hostilidad contra el la misma manera que él ha señalado hostilidad contra vosotros. Sed piadosos respecto a Dios. Sabed que Dios está con los piadosos.

El Corán, según sus textos, considera que aquellos que no combaten a los fieles son dignos de un buen trato, en cuanto a aquellos que los combaten no son más que agresores: "Dios no os prohíbe ser buenos y equitativos con los que, en religión, no os han combatido ni os han expulsado de vuestras moradas. Dios ama a los equitativos. Dios os prohíbe, solo, tomar por afiliados a aquellos que, en religión, os han combatido, os han expulsado de vuestras moradas y han prestado asistencia a vuestra expulsión. Los que les tomen por afiliados, serán Injustos".

Aunque el combate sea considerado legitimo cuando consiste en rechazar la agresión. El Corán no autoriza la declaración de guerra al primer signo precursor de la agresión, ni, incluso, después de que la agresión haya tenido lugar, si es posible detenerla sin necesidad de combate; esta dicho: "si castigáis, castigad de la misma manera que habéis sido castigados. (Pero) ciertamente, si sois pacientes, habrá beneficio para aquellos que lo sean".

Estos explícitos textos confirman que la guerra del Profeta y de sus virtuosos Compañeros, no tenía como causa más que rechazar la agresión y no una voluntad de imponer cualquier opinión o fe.

Pero debemos suponer que es importante, para aquel que predica una causa sublime que tiene por fin defender la fe y la libertad individual, el que los hombres tengan conocimiento de dicha causa; que cada hombre tengan el derecho de elegir, con entera libertad, y entre las diferentes doctrinas, aquella que le convenga mas y este mas de acuerdo con su razón. Si un rey, o un déspota, oprime a su pueblo, constriñe su libertad de pensar e impide a la verdad llegar hasta él, el predicador tiene derecho-en el caso de que posea la fuerza la necesaria – a romper el obstáculo que se levanta entre aquellos oprimidos y su mensaje, para que puedan tener la posibilidad de aceptar y adoptar esas nuevas verdades, si creen en ellas.

Muhamad, el Profeta probo, no ha querido recurrir a la violencia en los comienzos, por miedo de que, en el futuro, se le pudiese acusar de haber combatido para imponer su religión a los hombres o de haberles obligado a abrazarla. Por esta razón, ha seguido dos vías:

1-Enviaba el mensaje religioso a los reyes y jefes de su época, invitándoles a unirse al Islam; si no respondían a su llamada, hacia recaer sobre ellos la responsabilidad de su abandono y de los pecados de sus súbditos. Dijo a Heraclio:

Hazte musulmán y vivirás en paz. Si rechazas este llamamiento, responsabilidad de aquellos que persistan en el error, caerá sobre Ti ¡Oh, pueblos que creéis en las Escrituras! Unámonos, basándonos en este principio: "no adoremos más que a Dios, no le asociemos a otras divinidades, y no reconozcamos otro Dueño más que El".

2-despues de la invitación oficial el Profeta revelaba las verdades islámicas para que esos pueblos tomasen conocimiento de ellas y para que pudiesen seguirlas los que las deseasen. En efecto, fueron adoptadas por cierto número de habitantes de Siria, sometida entonces a la dominación bizantina.

Los egipcios, así como otros pueblos, conocieron estas verdades una vez que fueron puestas al alcance de aquellos que deseaban conocerlas, y los países vecinos de los árabes hablaron de ellas.

El Profeta no declaro la guerra a los persas y a los bizantinos, sino después de que dos hechos quedaron establecidos.

a)Los bizantinos comenzaron por Perseguir a los fieles que se habían unido al Islam en Siria. Contra este ataque a la fe y esta coacción que obligaba a la apostasía. Muhamad no podía permanecer indiferente; aunque no impusiese el Islam por la fuerza, tampoco podía admitir que sus adeptos fuesen desviados de su fe por la fuerza. No se sometía a la provocación y consideraba la acción de Bizancio como un ataque contra su religión, y contra el mismo, en su calidad de responsable del mensaje islámico, en virtud de lo cual tenía que alejar la sedición.

b)Cuando Cosroes recibió el mensaje del Profeta asesino a su mensajero e hizo los preparativos necesarios para matarle, escogiendo entre su pueblo a unos a quienes encargo traerle la augusta cabeza de Muhamad. ¿Pero como hubieran podido alcanzar. Cosroes y los tiranos de su camada, a un profeta que estaba bajo la protección de Dios?.

Por estas dos razones, el Profeta emprendió la guarra contra los bizantinos y los persas, a fin de acabar con sus conspiraciones y las de sus guerreros en contra de la religión. Por la misma razón ataco también a los politeístas. Está escrito en El Corán: "Combatidles hasta que no haya más persecución y pueda ser rendido culto a Dios. Si paran, no haya más abuso de derecho salvo contra los Injustos".

Ibn Taimiya describe de esta manera las guerras del Profeta contra los bizantinos:

"En lo que concierne a los cristianos, el Profeta no les declaro la guerra antes de haber enviado sus mensajeros a Heraclio, a Cosroes, a Mocoquise, al Negus, a los reyes de Oriente y de Siria. Algunos cristianos y otros pueblos se unieron al Islam; los cristianos de Siria sin embargo, mataron a aquellos de entre ellos que se habían hecho musulmanes; fueron pues los cristianos los primeros en declarar la guerra, matando injustamente a los que había abrazando el Islam. Cuando el Profeta vio que los cristianos habían tomado la iniciativa de perseguir a los musulmanes, envió una tropa mandada por Zaid Ibn Haritha, reemplazado luego por Yaafar y después por Ibn Rawaha. Este fue el primer combate que opuso a cristianos y musulmanes y tuvo lugar en Muaata, Siria. Un gran número de cristianos se aliaron contra los Compañeros del Profeta y muchos de estos, lo mismo que los diferentes jefes del pequeño ejército, murieron mártires sobre el campo de batalla. "Jalid Ibn al-Walid asumió entonces el mando de la expedición".

Esto prueba que el combate del Profeta se limitaba a rechazar los ataques. En su tiempo, estos se presentaban bajo dos aspectos:

1-Los enemigos dirigían sus ofensivas contra el Profeta, que las hacia recaer sobre ellos.

2-Apartaban a los musulmanes de su fe, en cuyo caso, el Profeta, debía impedir a cualquier precio esta herida en la libertad de pensamiento y creencia.

Bajo estos dos aspectos vemos que el Profeta ni imponía su religión, ni obligaba a nadie a abrazarla, sino ya que El Corán estipula: "nada de coacción en religión".

Es decir que, si el Profeta entraba en guerra, era únicamente para defender la libertad de pensar y para proteger al creyente contra los que querían hacerle renegar de su fe.

Cuando el Profeta murió, todos los países vecinos se levantaron para desviar a los creyentes su religión.

Los bizantinos fueron los primeros, en consecuencia, se hacía necesaria la respuesta. Cuando Cosroes trato de asesinar al Profeta este dio el orden de enviar a Osama Ibn Zaid a la cabeza de un numeroso ejercito en contra de él. Los dos venerables viejos, Abu Bakr y Omar, figuraban entre los soldados de este ejército.

Cuando Abu Bakr; y luego Omar llegaron a ser Jalifas, mandaron otros ejercito para combatir a Cosroes y a Heraclio, tras de haber sometido a los rebeldes de la Ridda. En los países árabes la palabra pertenece a Dios a su Profeta y a los creyentes.

Durante el reinado de todos los Jalifas Ortodoxos, la guerra se desarrollo según las mismas normas.

Las hostilidades siguieron contra los persas y su imperio de Oriente, y contra Siria y el imperio de Heraclio. Estas guerras proporcionaron seguridad a los fieles, seguridad que, no solamente se limitaba a los musulmanes, sino que se extendía a los cristianos jacobitas a los cuales trataban los romanos de imponer la fe católica, por lo cual estos cristianos acogieron a los invasores demostrándoles su entusiasmo. Los creyentes no libraron batalla más que contra los romanos, que fueron vencidos desde el primer choque, ya que la lucha entre musulmanes y egipcios se redujo a simples escaramuzas, triunfando la justicia musulmana que defendía las libertades y en particular, la libertad de creencia.

OPINIONES DE LOS JURISTAS SOBRE LOS MOTIVOS

DE LA GUERRA

En el siglo segundo de la Hégira tuvieron lugar serias tentativas de interpretación jurídica, en tanto que la guerra estaba en pleno auge entre los musulmanes y sus rivales; ¡Pero los jefes de entonces no podían ser comparados a Omar Ibn al-Jattab, Ali Ibn Abu Talib, Jalid Ibn al-Walid, o Abi Obaida Amir Ibn al-Garrah! Los gobernadores que enviaban a sus generales al campo de batalla, no tenían el temple de los Jalifas Ortodoxos, en lo que se refiere a piedad, devoción o compasión con respecto a los creyentes, Ninguno de ellos habría destituido de sus funciones a un jefe de ejercito a causa de sus matanzas, como hizo Omar Ibn al-Jattab cuando destituyo a Jalid Ibn al-Walid de su puesto.

Los alfaquíes fueron testigos entonces, de unas carnicerías que no estaban de acuerdo con los preceptos establecidos por el Profeta; se volvieron, pues, hacia la época de este para encontrar en ella la luz que les aclarara; la luz que pudiera iluminar los conceptos de la guerra, observaban el periodo de los Jalifas Ortodoxos, que habían sido guiados por Muhamd, y habían sido contemporáneos de sus batallas; y extraían de estas campañas ordenes y preceptos que sumaban a los del Profeta.

La mayoría de los alfaquíes estaban de acuerdo sobre los motivos de la guerra: rechazar la agresión Esta mayoría decidió, entonces, que la guerra dependía de la agresión, tal y como había sido decidida por algunos textos de El Corán.

Nadie debe ser muerto por no ser musulmán; o, en otros términos, nadie debe morir por su falta de creencia, sino únicamente por su agresión al Islam. Este principio es evidente y encontramos, en las páginas que preceden, todas las pruebas en las que se apoya.

Algunos alfaquíes chafeitas han pretendido que el motivo de la guerra es la falta de creencia, pero existen textos perentorios que refutan esta opinión. Citemos, a este respecto, uno decisivo de El Corán; "Combatid en el Camino de Dios a aquellos que os combaten, (pero) no seáis transgresores. Dios no ama a los transgresores… Matadles allí donde les encontréis. Expulsadles de donde os han expulsado. La persecución (de los creyentes) es peor que el crimen; (pese a todo) no los combatáis cerca de la Mezquita Sagrada antes de que ellos os hayan combatido. Si os combaten (allí), matadles. Tal es la "recompensa" de los Infieles… Dios absuelve y es misericordioso. Combatidles hasta que no haya allí más persecución, y el culto sea para Dios. Si se detienen, que no haya más abuso de derecho salvo contra los injustos".

Estos versículos pueden ser considerados como el estatuto de guerra en el Islam. Ibn Taiymia deduce de ellos que la guerra no tenía lugar más que para rechazar la agresión, y base su opinión en estos aspectos:

1-El Altísimo ha dicho: "Combatid en el Camino de Dios a aquellos que os combaten". La autorización de hacer la guerra para los musulmanes está basada, por tanto, en el ataque de los enemigos.

2-Las palabras del Altísimo: "pero no seáis transgresores", prueban que está prohibido atacar a aquellos que no combaten o no intervienen, de manera alguna, en la batalla, siendo considerado, el hacerlo, como agresión u, en consecuencia, prohibición.

3-El fin de la guerra es suprimir la persecución y este versículo: "Combatidles hasta que no haya allí más persecución, y el culto sea para Dios" indica el motivo y la meta de la guerra. El motivo es, como hemos dicho, suprimir la persecución, y la meta marca la supresión formal de esa persecución.

Con independencia de estas deducciones, este versículo indica también, la ley de guerra en el Islam: la reciprocidad del tratamiento; esto a menos que los agresores se desvíen de la ley moral, porque, si violan la virtud, el combatiente musulmán no debe seguirlos por esta vía, ya que es una debilidad prohibida por la ley ética del Islam. Por ejemplo, si deshonran a las mujeres, nosotros no debemos hacer lo mismo, si mutilan a nuestros muertos, no debemos imitarles; tal es la diferencia entre los que están gobernados por una religión y los que no lo están.

¿Qué comentarios pueden hacer los alfaquíes chafeitas sobre el texto que acabamos de citar y cuyo sentido reaparece en muchas ocasiones en otros versículos? Pretenden que ha sido anulado o que no se aplica más que a un caso particular. Pero si examinamos atentamente esta opinión, nos parece incorrecta por las razones siguientes:

1-Si un texto es anulado, es necesario que haya una prueba que apoye dicha anulación. Sin embargo, nada prueba que sea nulo, o aplicado tan solo a un caso particular. Ibn Taiymia dice: "esta opinión pide pruebas, pero no hay nada en El Corán que contradiga dicho versículo, al contrario hay lo que lo confirma. ¿Dónde está pues, la anulación?".

2-En el versículo existen verdades que no pueden ser revocadas. Por ejemplo, prohíbe la agresión, y es claro que la agresión es una injusticia, y la injusticia está prohibida por todas las leyes y por todos los juicios de la razón. La prohibición es aquí, por tanto, irrevocable, y, si fuera posible derogarla, sería tanto como decir que Dios autoriza la injusticia, lo que es inconcebible. En esto vemos que el argumento de la anulación cae por su proprio peso.

3-Supongamos que fuera licito matar a los infieles, y que el versículo prohibiendo la agresión fuera anulado; se desprendería, entonces, la legitimidad de coaccionar a los infieles para que se convirtieran al Islam. Lo cual hemos subrayado antes como erróneo:

a)El Texto citado ya: "Nada de coacción en religión", pertenece al Corán y no puede pretenderse que haya sido anulado. Ibn Tiymia dice a propósito de este texto:

"Los predecesores confirman unánimemente que este versículo no había sido anulado ni se aplicaba a un hecho particular, y decía: no imponemos el Islam a nadie, sino que combatimos a los que nos atacan; si se unen al Islam, preservan su sangre y sus bienes. No matamos a los que no combaten y no forzamos a nadie a adoptar el Islam".

b)Está probado que el Profeta hizo prisioneros de guerra entre los infieles, algunos de los cuales fueron muertos, otros puestos a rescate, y otros liberados; en ningún caso el Profeta impuso su religión, y ya que las guerras habían sido declaradas contra la incredulidad y el politeísmo, estos cautivos no tenían otra alternativa final que la muerte, lo que hubiese sido perfectamente justificable.

Este dicho a este respecto:

"Machacadles hasta que les obliguéis a pedir merced. (Entonces) apretad los lazos. Después, o bien la liberación, o bien el rescate, luego que la guerra haya descansado su carga".


LA BASE DE LAS RELACIONES ENTRE

LOS MUSULMANES Y OTROS PUEBLAS

El motivo del combate en el Islam esta en rechazar la agresión y no en imponer una fe particular. De hecho la paz es la base de las relaciones entre los musulmanes y los otros pueblos. Si tiene jugar una agresión, la guerra se hace inevitable. Entonces, es necesario devolver daño por daño y defender la virtud contra el vicio, como ya hemos dicho antes. Este principio queda establecido basándose en los textos de El Corán y permanece apoyado por los acontecimientos históricos que se desarrollaron en tiempos del Profeta. Dice El Corán: "Oh vosotros los que creéis. Entrad en la paz todos y no sigáis los pasos del demonio porque es para vosotros un enemigos declarado".

"Si (por el contrario) se inclinan a la paz, inclínate hacia esta. Apóyate en Dios. El es el Oyente, el Omnisciente".

Todos estos textos demuestran que la paz está en la base de las relaciones humanas, hasta que se produce una agresión. En virtud del primer texto, los que queden en la verdad son invitados a gozar de la paz en todas las formas. Es evidente que si la hostilidad fuese la base de las relaciones, no serian invitados a la paz.

El segundo texto apela a la paz. Aunque los partidos opuestos estuviesen dispuestos a responder a la llamada, si la guerra tuviera por motivo la falta de creencia no hubiese habido paz sino a condición de que los incrédulos abrazasen el Islam. Pero el texto invita a la paz, si los enemigos se inclinan a ella y aun en el caso de que no se inclinen a la fe.

El tercer texto prohíbe el combate cuando los enemigos se rinden a los musulmanes.

Los acontecimientos históricos que se desarrollaron en tiempos del Profeta, confirman que la guerra musulmana tenia por único motivo la legítima defensa, y que las relaciones entre musulmanes y no musulmanes se fundaban en la paz. El hecho de que el Profeta no haya levantado jamás la espada contra sus adversarios, a menos que estos hayan preparado o emprendido una agresión, confirma lo que decimos.

1-Muhamad vivió durante trece años entre los incrédulos de Quraich, incitándoles a creer en el mensaje divino, en la unicidad del Creador, e impulsándoles a purificarse de los pecados de la ignorancia y de las injusticias del fanatismo. Predico la ley moral en todas las ocasiones según la orden expresa de Dios.

Llama al camino de tu Señor por (la vía de) la sabiduría y la bella palabra. Discute con ellos de la mejor manera".

Pero los infieles maltrataron al Profeta y a sus compañeros. No dejaron pasar ninguna ocasión para hacerle daño. Y el Profeta les devolvió el daño con la paciencia y la perseverancia, hasta el momento en que conspiraron para atentar contra su vida. Escogiendo un hombre joven de cada tribu, les reunieron para dar a Muhamad, como un solo hombre, el golpe decisivo. Rodearon su casa para llevar a cabo su propósito, pero Dios Todopoderoso le salvo y el Profeta pudo salir de su morada y emigrar. Antes de el, sus compañeros habían emigrado huyendo con la religión que habían escogido. Fue entonces cuando Dios autorizo a los creyentes para combatir:

"Es dado permiso (de combatir) a aquellos que combaten porque han sido vejados, en verdad Dios tiene plena potencia para socorrerles; a aquellos que han sido expulsados de sus moradas, solamente porque dicen: Nuestro Señor es Dios".

La guerra se limito a la tribu de Quraich, porque había atacado la primera, y persistía en su agresión, persiguiendo a la minoría musulmana que había sido retenida en La Meca.

Las dos batallas de Badr y Ohod fueron libradas contra Quraich, pero esta tribu reunió a un gran número de guerreros árabes para luchar contra el Profeta, a raíz de la batalla de los Ahzab. Agruparon sus fuerzas para aniquilar la ciudad sagrada de Arabia. Se hizo, pues, necesario pasar a la acción contra todos los árabes, ya que habían tomado parte en esta agresión. Dios dijo:

"Combatid a los Asociados totalmente, como ellos os combaten totalmente".

Habiendo atacado primero los heréticos, los musulmanes tenían derecho a repeler este ataque general.

2-Cuando el Profeta emigro hacia Medina, prohibió de una manera formal que se atacara a los judíos, Muy al contrario, vivió con ellos en paz y firmo un pacto de buena vecindad que les concedía derechos y deberes, asumiendo por su parte los mismos derechos y los mismos deberes. Fue un aliado fiel que ni siguiera imagino la posibilidad de romper el pacto. Los fieles, y a su cabeza el Profeta Muhamad, no pensaron destruir su promesa sagrada que habían hecho. El Profeta permaneció fiel a este pacto durante cerca de tres años, incluso después de la batalla de Badr, en donde Dios superpuso la fe a la herejía y Quraich fue humillado. Pero al tercer año, los judíos le traicionaron durante la batalla de Ohod, traicionándole una segunda vez en el cuarto año, al darse la batalla de los Ahzab, en la que todos los árabes se juntaron para desarraigar al Islam de su patria. A esto siguieron una serie de traiciones, que si hubiesen tenido éxito hubieran desembocado en el aniquilamiento de los creyentes. Fue, pues, inevitable romper el pacto tal y como lo declara El Corán:

"Con todo seguridad (Oh Profeta) tendrás que temer una traición de parte de algunos. Desecha (su alianza) lisa y llanamente. Dios no ama a los traidores".

3-En cuanto a los cristianos, ya hemos visto que el Profeta no les ha combatido sino cuando emprendieron la persecución de los musulmanes en Siria. A pesar de todo, el Profeta no ataco a los cristianos en general; solo a los bizantinos, permaneciendo en buenas relaciones con los cristianos árabes. Además, no combatió a los bizantinos en tanto que cristianos, sino en tanto que agresores. El Corán alaba a los cristianos árabes en estos términos:

"Encontraras, ciertamente, que las gentes más hostiles a aquellos que creen son los judíos y los asociadores, y encontraras que las gentes más próximas a aquellos que creen, en la amistad, son los que dicen: nosotros somos cristianos. Es entre estos donde se encuentran sacerdotes y mojes y estas gentes no se inflan de orgullo".

"Cuando oyen eso que han hecho caer hacia el Profeta les ves verter lagrimas de sus ojos, a causa de que conocen la verdad".

A través de este resumen histórico vemos que el Profeta no ha luchado mas que en contra de sus atacantes, en contra de los que han conspirado contra el, o en contra de los que estaban de acuerdo con los enemigos del Islam. Es solo El quien ha decretado las verdades del Islam, y quien ha declarado que los musulmanes no estaban autorizados a combatir contra aquellos que conservasen la paz, reduciéndose su deber a luchar contra los que les atacaban.

DAR AL-HARB WA DAR AL-ISLAM

(MUNDO DE LA GUERRA Y MUNDO DEL ISLAM)

Nuestro estudio de los textos y de los acontecimientos históricos de la época del Profeta demuestra que, los musulmanes, las relaciones humanas estaban basadas en la paz y no en la guerra.

¿Por qué, entonces, se llamaba mundo de la guerra" al mundo de los infieles, oponiéndolo al "mundo del Islam"? Denominacines que, no cabe duda, pueden sugerir que las susodichas relaciones eran basadas en la guerra. He aquí la respuesta.

Los alfaquíes habían dividido a los pueblos en tres categorías:

Primera: "el mundo del Islam", la mayor parte de cuyos componentes eran musulmanes, y en el cual eran aplicadas las reglas del Islam.

Segunda: "el mundo de la alianza", que incluía a todos los no-musulmanes que habían firmado acuerdos o pactos con los musulmanes.

Tercera: "el mundo de la guerra".

Esta división les fue impuesta por los acontecimientos y no por la legislación.

Cuando el Islam apareció y se expandió, los primeros creyentes lucharon contra aquellos que les habían atacado y liberaron a los pueblos de los tiranos que les perseguían. Estos reyes, en todos los confines de mundo, se dispusieron a atacar a los musulmanes. No sin temor, veían extenderse una religión que daba la libertad a los pueblos, protegía sus libertades y proclamaba la igualdad; valores, todos, incompatibles con los `principios de la monarquía absoluta que predominaba en aquellos tiempos. Entonces, los monarcas se aliaron para lanzar un ataque mancomunado contra los musulmanes, en las regiones en donde se encontraban. Era esencial para los musulmanes contraatacar, en virtud del texto del Corán, que dice: "quienquiera haya demostrado hostilidad contra vosotros, demostrad contra el hostilidad, del mismo modo que el os la ha demostrado".

Lo cual no contradice la regla antes establecida que prohíbe la guerra en el Islam, mientras no sea en respuesta a una agresión.

Sin embargo, en el año II de la Hégira, los musulmanes estaban rodeados por pueblos poco escrupulosos que deseaban perjudícales. Surgió entonces, un nuevo aspecto de la legítima defensa: los musulmanes se vieron obligados a emprender la ofensiva, adelantándose a la del enemigo. Este nuevo sistema era licio en el Islam, porque el Corán incita a los creyentes a mantenerse en guardia en todo momento:

"¡Oh, vosotros, los que creéis! Manteneos en guardia. Lanzaos (a la campaña) en grupos diseminados, o lanzaos en masa".

Si el mundo entero siguiera la lógica del Islam, que consiste en la coexistencia pacífica, tendríamos el derecho de llamar agresores a los musulmanes cuando luchaban contra los pueblos que no les habían atacado. Pero entonces, como hoy, el mundo no estaba gobernado por una religión, sino regido por la ley de la jungla. No se podía considerar agresores a los creyentes porque previnieron los ataques de sus enemigos.

Tales son las leyes del Islam y están basadas en la realidad. Los Jalifas los aplicaban con más o menos rigor, según el sentido que tuvieron de la justicia y de la realidad profunda del Islam.

Algunos gobernantes disfrazaban, bajo la faz de las leyes musulmanas, sus ambiciones personales y las acciones que, de ellas, se desprendían.

En efecto, tenemos que subrayar aquí una verdad bien establecida: no todo lo que los Jalifas del Islam han hecho concordaba por entero con el verdadero espíritu del Islam.

Alguien puede alegar que la justicia internacional tiendo a inclinarse ante el hecho consumado, y esto es estar en oposición a las reglas morales de la fe, que preconiza, como base de las relaciones, la virtud rigiendo la realidad, y no el hecho consumado, sea moral o inmoral.

Nosotros contestamos a esto diciendo que los alfaquíes, cuando llamaron al grupo de los adversarios "mundo de la guerra", no descuidaron los ideales del Islam, de entre los cuales los más importantes son la justicia y la virtud en toda su intransigencia, porque dejaron establecido que las relaciones entre los musulmanes y los otros pueblos estaban fundadas sobre la justicia y no sobre la conquista.

Los musulmanes eran conscientes de que la conquista no les otorgaba otros derechos sino la justicia, y una conducta conforme a sus ideales bajo la egida de la virtud y la piedad. Esta denominación, de "mundo de la guerra", no proporcionaba a los musulmanes el pretexto de apropiarse de los bienes de los combatientes, ni de exterminarles, y ni siguiera de atentar a su libertad personal fuera del campo de batalla.

Y es por esto por lo que tal denominación no cambiaba en nada verdades establecidas.

LAS FRONTERAS DEL MUNDO DEL ISLAM

Es indispensable una pequeña digresión para definir brevemente lo que los alfaquíes llaman "mundo del Islam" y "mundo de la guerra". Han expuesta claramente lo que se entiende por estas dos denominaciones opuestas.

Abu Hanifa considera que los pertenecientes al mundo no-islámico, deben reunir en si tres condiciones, en ausencia de una de las cuales no se les puede considerar como enemigos:

1-Predominio de leyes no-islámicas que establezcan una ley oficial reinante no-islámica, permitiendo el adulterio, la bebida, el juego, a cualquier otra actividad prohibida por el Islam.

2-Los países limítrofes al mundo musulmán, de donde se pueda esperar, en todo momento, un ataque a tierras musulmanas, o cuyos accesos prohibidos a estos últimos.

De acuerdo con los preceptos de Abu Hanifa, los desiertos vecinos a los territorios islámicos deben estar bajo ley musulmana, y los mares que bañan costas islámicas no deben estar bajo el control de no-musulmanes, ya que su acceso no les está prohibido.

3-Los países en donde los musulmanes y sus protegidos no se sientan en seguridad, a menos que no están ligados por un pacto.

Tales son las características del mundo no-islámico, que será considerado como "mundo de la guerra", en tanto que una de ellas no falte, y en tal caso dejara de pertenecer al "mundo de la guerra", Así, si el acceso a un país que no aplique las reglas islámicas, no está prohibido a los musulmanes, dicho país no forma parte del "mundo de la guerra".

La mayoría de los alfaquíes considera que el criterio para juzgar si un país forma, o no parte del mundo islámico, es el de la presencia, o ausencia, de leyes islámicas en ese país. Si están en vigor, forma parte del mundo islámico; si no son evidentes, no forman parte.

Esta denominación de "mundo islámico", se inspira en las realidades primeras de este mundo, que son las leyes; el país en cuestión es clasificado en relación con las reglas y las instituciones islámicas; el Islam reside, pues, en la aplicación de un sistema particular y no en las personas.

Al-Qassani ha expuesto la argumentación de Abu Hanifa a propósito de las clasificaciones del "mundo islámico". Abu-Hanifa considera como islámico todo país en el cual dominan las leyes islámicas, incluso en el caso en que su acceso este prohibido a los musulmanes. En cuanto al "mundo de la guerra", lo define de la siguiente manera: Abu Hanifa no cataloga los mundos "islámico" y "no islámico" en virtud del hecho de que sean o no musulmanes, sino que basa su criterio en la seguridad: un país es islámico, o no lo es, en medida en que de una seguridad ilimitada a los musulmanes es; decir, que funda su juicio en la noción de seguridad e inseguridad, y no en la de Islam e "increencia". El país que concede seguridad a los musulmanes, y en donde reina un orden absoluto, no puede ser considerado en modos algunos como país herético. Pero este estado de seguridad absoluta no puede ser disipado más que por la proximidad de un estado herético. Por tanto, depende de dos condiciones unidas simultáneamente el considerar a un país como perteneciente al "mundo de la guerra".

Abu Hanifa piensa que un país en el que los musulmanes no se sienten en seguridad, en el que las reglas islámicas no son aplicadas y vecino a países islámicos, forma parte del "mundo de la guerra". Este principio es el dominante en la escuela de Abu Hanifa.

Esta definición de "mundo de la guerra" sirve para acentuar el hecho de que un país, así, representa una amenaza de agresión, porque el musulmán se siente amenazado en su vida y en sus bienes. Si la inseguridad desaparece posteriormente, el país deja de ser considerado hostil.

De esto se desprende que, si las relaciones internacionales garantizan a cada hombre, habitante de un país determinado, una seguridad total, sin haber concluido un tratado previo, este país, para Abu Hanifa, no puede ser clasificado como hostil.

No puede aplicarase la denominación de "mundo de guerra", según el principio de los alfaquíes, sino después de haberse asegurado de la inseguridad correspondiente. Es un principio de prudencia. Al-Qassani dijo, a esto propósito, y para sustentar esta opinión: "la probabilidad y la duda no bastan para considerar a un país hostil y herético. La certeza no puede ser basada en la simple sospecha o en la probabilidad.

Deducimos de esta explicación que, en la doctrina islámica, hay dos opiniones distintas en cuanto a la definición del "mundo islámico" y del "mundo de la guerra".

1-Un país es islámico si las leyes que aplica lo son, el caso contrario, el país no puede ser considerado islámico aunque pretenda serlo.

2-Si el musulmán se siente en seguridad como tal musulmán, el país es islámico; en el caso contrario es hostil. La opinión preconizada por Abu Hanifa es la más próxima al concepto del Islam; está de acuerdo con el verdadero concepto de guerra en el Islam, que tiene por único motivo el rechazar la agresión. Si el musulmán no se siento en seguridad, el riesgo de agresión es inminente; si por el contrario se siento en seguridad, es que no hay amenaza alguna de agresión. En el primer caso tenemos "Dar Al-Harb", en el segundo "Dar Al-Islam".

ANTES DE LA BATALLA

"No estéis impacientes por encontrar al enemigo, pero si le encontráis, manteneos firmes" "Tradiciones del Profeta".

Desde el comienzo del combate hasta su fin, el motivo que lo rige es la necesidad de rechazar la agresión.

No se declara la guerra en el Islam sino después de haber dado a elegir a los combatidos entre tres alternativas.

a)El Islam.

b)La conclusión de un pacto.

c)La guerra.

Ya hemos dicho que el Islam se difundió por diversas regiones y los musulmanes se vieron hostigados por enemigos, que aprovecharon la menor coyuntura para atacarle en sí mismo y en sus adeptos; dejándole solo algún breve respiro para mejor prepararse a darle el golpe de gracia.

Era lógico, pues, que el Islam tomase la iniciativa en el ataque antes de ser sorprendido, dado que, a veces la ofensiva es la única vía de legítima defensa.

Pero, por otra parte, el Islam no quería atacar por sorpresa a sus enemigos. Antes de hacerlo, les anunciaba su propósito; lo que prueba que no tenía la intención de acaparar tierras mediante la guerra, ni de ejercer una autoridad arbitraria, ni de dominar el destino de los demás, sino únicamente de garantizar su seguridad, concluyendo un pacto con los no-musulmanes o convirtiéndoles al Islam. Si no aceptaban lo uno o lo otro, se hacía evidente que sus intenciones eran hostiles y que era deber de los musulmanes protegerse de ellos.

Este método fue el seguido por el Islam en sus batallas y se convirtió en una de sus características. A pesar de lo cual algunos generales musulmanes atacaron a ciertos países sin dar opción a sus habitantes a escoger. Entre ellos estuvo Qutayba Ibn Musim Al-Bahli, que conquisto Mesopotamia y alcanzo las fronteras de China. Mientras que hacia la guerra en Samarcanda, llego a Safed, una pequeña ciudad de una de las provincias de esta región, sin ofrecer a sus pobladores le elección entre las tres alternativas. Los moradores de Safed presentaron una queja a Omar Ibn Abd Al-Aziz, en estos términos: "Qutayba nos ha tratado injustamente, nos ha traicionado y ha usurpado nuestro país, y (sin embargo) Dios ha revelado la justicia y la equidad. Pidieron ser recibidos por el Príncipe de los Creyentes, a fin de expresarle su caso, y la petición les fue acordada. Cuando este tuvo conocimiento de su queja, escribió un mensaje a su gobernador: "el pueblo de Samarcanda se ha dirigido a mí para protestar contra Qutayba, que les ha maltratado, oprimido, y, finalmente, usurpado su país. Tan pronto como recibas esta carta, presenta el caso al juez, para que lo tome en consideración; y si el juez pronuncia un veredicto a su favor, ordena a los árabes poner su campamento fuera de esa ciudad, antes de que Qutayba les aplaste.

El gobernador expuso el caso al juez y este pronuncio su veredicto contra los árabes: debían retirarse de su campamento, y hacer frente a los habitantes de la ciudad en un plano de igualdad pudiendo estos últimos concluir un nuevo pacto, o acudir a la fuerza de las armas. Pero los habitantes de Safed optaron por escoger la situación ya establecida antes de que presentaran su queja.

¿Hay un ejemplo mejor de justicia? ¿Hay algún vencedor que trate a sus enemigos de esta manera? ¿Da a conocer la Historia otro conquistador que desista del territorio que acaba de conquistar, plegándose así a la sentencia de su proprio juez y no forzado por circunstancias exteriores, que evacue la tierras conquistadas sobre las cuales han sido muertos muchos de sus guerreros, y, luego ofrezca a los pobladores la elección entre el Islam, la paz, o la guerra?. El pueblo de Samarcanda escogió voluntariamente la paz, la verdad y la justicia; y un gran número de sus componentes abrazo el Islam.

Con arreglo a nuestra costumbre, debemos buscar en los hechos, gestos y preceptos del Profeta, la guía suprema para esclarecer la línea de conducta que debe seguirse en la guerra. Cuando estudiamos como ha dirigido la guerra el Profeta, no nos interesamos en la estrategia, ni en la táctica militar empleadas; estas son acciones correspondientes a este bajo mundo, propias de su actuación como jefe de ejército y no de su calidad de Profeta que recibe la inspiración del Cielo; nos interesamos en él; como guía espiritual y director moral que obtiene su verdad de la revelación y de la profecía.

Nuestra atención es llamada por la oración que el Profeta tenia costumbre de recitar antes de las batallas.

"Dios Todopoderoso, nosotros somos tus criaturas y ellos también lo son. Nuestras cabezas están en tus manos y las suyas también. ¡Oh, Dios, provoca su derrota y ayúdanos a triunfar de ellos!".

La luz del Profeta emana de esta plegaria sublime, ya que Muhamad no consideraba a sus enemigos seres malditos, sino criaturas del Altísimo: "Oh, Dios, nosotros somos tus criaturas y ellos también lo son". Noble frase que explica que todos somos criaturas y siervos del Altísimo, y que nuestros enemigos no nos son inferiores, puesto que han sido creados y formados por Dios. De este concepto emana el sentimiento de la fraternidad humana. Pero si la humanidad une a todos los hombres, la verdad diferencia a las criaturas que se pliegan a la obediencia de Dios y a las que rompen sus leyes. El sentido de la fraternidad humana limita la guerra y la matanza al círculo más pequeño posible, impidiendo la sed de carnicería y el deseo de destrucción o devastación. Si los jefes experimentasen este sentimiento fraterno, el posible combate se limitaría al campo de batalla, y los ingenios de destrucción, que arrasan todo lo que hay sobre la superficie de la Tierra, desaparecerían.

El Profeta hacia esta plegaria a Dios con humildad, y por otra parte, recomendaba a su ejército no combatir antes de haber sometido a la consideración de los enemigos, la dos alternativas, el Islam o la paz, y a no tomar por si mismos la iniciativa en el ataque.

Citaremos, ahora, dos recomendaciones del Profeta, dirigida, una, a Moaz Ibn Yabal, y otra a Ali Ibn Abi Talib, que habían sido enviados a combatir a la cabeza del ejército musulmán.

A Moaz:

No les combatáis sino después de haberles invitado (a escoger entre las tres alternativos). Si declinan nuestro ofrecimiento, no les combatáis antes de que hayan tomado ellos la iniciativa; si la toman, esperad a que hayan matado a uno de vuestros hombres y, (entonces) mostradles el cuerpo, diciendo: ¿No hay mejor medio que este?. "Si Dios convierte a un solo hombre por vuestro ejemplo, valdrá mas que dominar el mundo entero".

A Ali Ibn Abi-Talib:

Si penetráis en su territorio, no golpeéis mas que si os atacan; si toman esta iniciativa, no les respondáis antes de que hayan matado a uno de entre vosotros, y si cometen esa mala acción, preguntadles si afirman que Dios es Único, o no, (ya que) "si Dios convierte a un solo hombre con vuestro ejemplo, valdrá mas que dominar el mundo entero".

Estas dos recomendaciones descubren el verdadero sentido de la guerra en el Islam, o sea el de rechazar la agresión.

Así, la intención de salvaguardar la paz es permanente, incluso cuando los dos ejercito esta frente a frente y cada uno acecha el instante de la batalla.

La invitación a convertirse al Islam, o a concluir un pacto, es una invitación a la paz, no a la guerra; una paz que será duradera basada en un fundamento sólido, y no tenida por el deseo de vengar una agresión anterior. El Islam recomienda no tomar la iniciativa del combate, porque está prohibido matar a un disidente, o atentar contra la vida de un combatiente enemigo, a menos que cometan una agresión. Y, a pesar de todo esto, si el enemigo ataca los musulmanes, estos no deben responder hasta que, con espíritu pacifico y deseando ahorrar vidas humanas, le muestren el cuerpo del que haya sido muerto, diciendo: "¿No es preferible para vosotros escoger la paz abrazando el Islam, o concluyendo un pacto?". Si la vista del cadáver no provoca en ellos angustia incitándoles a la elección de la paz, el afecto y la seguridad, la guerra se hace inevitable. Los creyentes, entonces, avanzan, tratando de encontrar lo que, a sus ojos, es el mejor destino: la victoria o la muerte. Y solo Dios, el Prudente el Todopoderoso, puede conceder la victoria.

Esta descripción de la guerra según el Profeta, nos muestro que era inevitable. Muhamad tenía dos alternativas: permanecer indiferente, dejando a los enemigos violar la virtud y sus leyes, y viendo al vicio entronizado, o rechazar el peligro, liberando a la verdad y a los creyentes.

Concepto este que aclara el motivo de la guerra su finalidad.


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